lunes, 7 de febrero de 2011

Peña Castil: un gran esfuerzo bien recompensado

A mitad de semana llamo a Jose para ver como lo tiene el sábado, que según me dijo en una conversación anterior, este, le toca librar en el trabajo.
Me dice que el viernes me confirma si puede arreglar con quien dejar los críos, pues su mujer tiene un examen el sábado por la tarde.
Ruben me dice que tiene que trabajar, Eloy también tiene problemas con los churumbeles y Mayte se va el domingo con unos amigos de Bilbao a hacer el corredor norte del Espigüete, que hace tiempo que le tiene ganas.
El resto del grupo se han apuntado a la barbacoa que tenemos programada para este sábado en la casa de Jelu, en el pueblo de Bores, pero yo, viendo que este fin de semana va ha hacer buen tiempo, me tira más aprovechar estos días buenos de invierno para disfrutar de lo que más me gusta de la montaña, el frío y la nieve.
Pero ¿a donde ir?. Jose insinúa el corredor norte del Espi, que tampoco el lo conoce, yo tengo ganas de volver a Tiro Navarro para ascender por donde bajamos hace quince días envueltos por la niebla y poder disfrutar un poco más de la cumbre de lo que lo hicimos ese día. Pero también el fin de semana está estupendo para subir sábado y domingo al refugio de Cabrones, que lo tenemos pendiente en el calendario de marchas de este año.
El jueves me llama Jose y me confirma que puede salir el sábado, pero solo el sábado, así que lo de dos días a Cabrones descartado. Tenemos que elegir entre el Espi y T. Navarro. Quedamos en decidirlo el mismo sábado cuando salgamos de Santander a las seis y media.
Este jueves también me llama Jota desde Bilbao para ver si queremos hacer el cursillo de la nieve del que habíamos hablado.
- ¡si, si! ¡ya te cuento yo el cursillo que van a realizar estos este sábado!
-¡el de mover bien el diente y empinar mejor el codo!
-así que amigo Jota mejor lo dejamos para otra ocasión
Y a las seis y media partimos Jose y yo hacia rumbo desconocido, que tras deliberar y ver pros y contras, nos inclinamos por ir hasta Sotres para subir a Tiro Navarro, que Jose no lo ha hecho aún en invierno.
Cuando ascendemos por la carretera de Poncebos a Sotres a la altura de Tielve, vemos con sorpresa que por la orilla de la carretera y por las montañas que la rodean hay una buena capa de nieve.
-¿pero tanto nevo el fin de semana pasado?
-¡pues como esté blanda, yo me he dejado las raquetas en casa!
-¿no se dice que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra?
-¡pues algunos dos, tres y hasta cuarenta!
-¡anda que no habré dicho yo veces que en invierno, a la mínima duda, no hay que dejarlas en casa, pues basta que las dejes para que te hagan falta!
Pues nada, habrá que apechugar con lo que nos toque.
Aparcamos el coche en la curva donde parte la pista para los invernales del Toro y los puertos de Aliva, en el poco sitio que nos deja la nieve que hay en las orillas de la carretera y otro coche que ha madrugado más que nosotros, y a las ocho y media me pongo en marcha, inicialmente yo solo, pues Jose está liado con el GPS, que no se le enciende, ya me alcanzará más adelante.
así estaba la mañana donde dejamos el coche
y así los invernales del Texu, con treinta o cuarenta centímetros de nieve
el valle del Duje, con el Escamellao al fondo, ¡como ha cambiado el paisaje respecto de hace quince días que estaba limpio de nieve hasta los mil ochocientos metros! no parece el mismo sitio
recorro solo un rato el camino, pisando la senda que los dias pasados han abierto en la nieve, que por la senda está dura, no así fuera de ella, como era de esperar, y fotografío la cumbre de Peña Castil que sobresale por encima de las montañas más bajas, sin saber aún que acabaremos con nuestros castigados cuerpos en ella
me alcanza Jose y tres montañeros que nos comentan que quieren hacer el corredor del Escamellao que se encuentra a la izquierda del Vallellon. Van equipados con material de escalada, pero no llevan raquetas, así que el único que ha acertado hoy es Jose, que es el que las ha traído
pasamos los invernales del Toro y nos aprovechamos de la huella que van abriendo con gran esfuerzo, pues por aquí hay más de sesenta centímetros de nieve. Enseguida nos damos cuenta de que en las condiciones en que se encuentra la nieve nos va a ser imposible llegar a Tiro Navarro y más al no tener yo raquetas
-¿has hecho tú Peña Castil? le pregunto a Jose
-no, no le he subido nunca
-pues creo que lo mejor será que enfilemos la canal del Fresnedal e intentemos llegar a la cumbre
-como quieras, me dice Jose, y sin más nos dirigimos hacia el inicio de la canal con la esperanza que por ella esté algo mejor la nieve, porque como esté como por aquí, nos vamos ha dar un buen tute hoy
Jose se pone las raquetas y casi se hunde lo mismo que sin ellas. Al inicio de la canal hay menos nieve, pero al estar muy en cuesta las raquetas se le resbalan hacia atrás y le hacen trabajar el doble. Al poco rato decide quitárselas, pues le parece que yo que voy sin ellas subo mejor que el.
Con gran esfuerzo y muy poco a poco vamos ganando altura por la canal y vemos que los que iban para el Escamellao las están pasando moradas hundiéndose en la nieve y progresando mucho más lentos que nosotros. Mas tarde veríamos como desistían de dirigirse hacia el corredor, y como un grupo numeroso que les seguía se daban la vuelta, la verdad es que pocas veces he visto la nieve tan dificultosa y agotadora como hoy
nosotros continuamos nuestra esforzada progresión, después de habernos parado a reponer fuerzas pasadas las once, que hoy lo necesitamos más que nunca
vemos que a bastante distancia nos siguen dos personas con un perro, y más abajo otro par. Jose ha vuelto a ponerse las raquetas y más arriba se las vuelve a quitar. Ya no sabe como hacerlo para subir mejor. Yo como tengo que ir sin ellas de continuo, sigo un ritmo constante de abrir huella undiéndome hasta cerca de la rodilla y resoplando como un locomotora vieja
nos alcanzan la pareja con el perro, los otros dos que nos seguían más abajo se conoce que se han dado la vuelta, pues hace ya rato que no los vemos. Se paran a descansar en el colladito que hay antes del collado de Camburero, y nosotros seguimos para arribaaquí llegando al collado Camburero con esta bonita vista de la parte final de la canal y el macizo oriental
llegamos al collado hacia las dos y media con nuestros cuerpos hechos polvo, nos ha llevado cuatro horas subir los novecientos metros de la canal, así que nos paramos unos minutos a picar otro poco para a continuación afrontar los cuatrocientos metros de la última cuesta que nos llevará hasta la cumbre
al principio de la cuesta hay poca nieve y vamos subiendo un poco más cómodos que hasta ahora, pero hacia la mitad encontramos tramos con hielo viejo y nieve fresca encima, así que nos ponemos los grampones y continuamos nuestra ascensión
las vistas, como veis, magníficas
los últimos cien / ciento cincuenta metros son un calvario, hay cerca de un metro de nieve polvo que hace que nos undamos por encima de la rodilla, y que cada diez pasos nos tengamos que parar a recuperar fuerzas. Parece que estuviésemos ascendiendo un ocho mil sin oxígeno. Pero nuestro esfuerzo tiene recompensa. A las cuatro, por fin, llegamos a la cumbre, que nos recibe con unas magníficas vistas, y con el viento totalmente en calma que hace super agradable el estar en ella
la parte alta del valle de las Moñetas que recorrimos hace quince días, con Peña Vieja a la derecha y la cordillera al fondo
y no puede faltar la foto clásica de la cara noreste del Urriello
unos minutos después que nosotros llegan la pareja con el perro que nos han venido siguiendo toda la ascensión, y nos agradecen el esfuerzo por abrir huella. Nos confiesan que si no hubiese sido por nosotros no hubiesen llegado
una vista sobre Puente Poncebos, dos mil doscientos metros por debajo nuestro
y al cabo de un rato de deleitarnos y fotografiarnos iniciamos el descenso, esta vez sin amenazas ni de niebla ni de mal tiempo

con las últimas luces del día recorremos la pista hasta el coche, donde llegamos a las siete y media de la tarde. El descenso desde la cumbre nos ha llevado menos de la mitad que el subir. Exactamente siete horas y media subir, y tres horas el descenso. Total han sido once horas de actividad, menos unos cuarenta minutos de paradas para comer y otros veinte minutos en la cumbre, hacen diez horas efectivas de actividad. No está nada mal. Estas son las que nos gustan a Jose y a mí, aunque el comentario a la vuelta era:
-¡menuda trisca nos hemos dado hoy!
¡Y EL SÁBADO AL COTALBA, A VER SI AL FIN CAE EN LA MOCHILA!
Por cierto, felicitación para Mayte, el domingo sumó a su colección montañera el corredor norte del Espigüete. A lasa doce ya estaban en la cumbre, no como otros, que llegan a las cuatro.
¡ABRAZOTESSSSS!

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