miércoles, 26 de diciembre de 2018

Historia de tres días por la cordillera

Hacia tiempo que no me perdía yo solo por la montaña, una actividad que hace unos años solía hacer con cierta frecuencia sobre todo en los periodos de vacaciones aprovechando los días de buen tiempo, y como en el puente de la Inmaculada seguía el buen tiempo que en este otoño se ha instalado por nuestras latitudes, me decidí a pasar tres días en la cabaña que hay al pie del Pico Pumar y que en el invierno pasado visitamos cuando descendíamos de hacer el cordal de Peña Quebrada y Pico Pumar, comprobando lo bien acondicionada que estaba tanto de mobiliario como de alumbrado interior, gracias esto último a la placa solar instalada en su tejado.
 Salida el sábado 8 desde Cucayo. Me acompañan Chema, Victor y Juan Carlos hasta hacer cumbre en el Pumar y en el Lezna, después ellos descenderán hasta los coches para regresar a sus casas. Yo me quedaré hasta el lunes 10 y regresaré a Santander en el autobús de linea que une Potes con Santander.
Con el fondo de los pueblos de Dobres y Cucayo, nos hacemos la foto de salida. Yo cargo con la mochila que hoy pesa 14 kg. Espero que mis compañeros sean compasivos y no me hagan correr mucho, mas que nada, porque no podré.

Nos metemos en el barranco por donde discurre el río de la Requejada que nos muestra unos preciosos rincones, a pesar de que el arbolado nos muestra su desnudez invernal.


Buenos ejemplares de hayas.

Chema se toma un respiro sentado en el tronco de una de ellas. 

Juan Carlos no ha comenzado muy bien la subida y necesita una parada para recuperarse, lo que aprovecho para ir ascendiendo a mi ritmo.

Seguimos ascendiendo y dejamos la pista principal que sube hacia el pie del Pico Pumar para coger otra que nos llevara hasta un riega que forma un largo barranco que nos irá ascendiendo hasta conectar con la pista que subíamos, ya cerca del Pico Pumar y un poco por encima de la cabaña donde voy a dormir los dos próximos días.

Entrando en el barranco.

Ascendemos por el fondo del barranco y nos encontramos alguna pequeña cascada.

Salimos del barranco y tenemos esta magnífica vista de Peña Prieta y del valle que asciende hacia los puertos de Río Frío, y en la parte izquierda de la foto, metida en la sombra, la cabaña donde me voy a quedar, al pie de los paredones que caen del Pumar.

Hacemos primero cumbre en el Pumar desde donde tenemos esta magnífica vista de Peña Prieta.


La Vega de la Canal, donde también hay una cabaña que nos dio cobijo en otras ocasiones.

La vista hacia el Central.

A continuación nos dirigimos hacia el Pico Lezna.

Llegando a la cumbre.

La foto de cumbre en el Lezna. Nos acompaña Carmen, una prima de Chema que vive en Vega de Liébana y que por casualidad nos alcanzó en la subida. Ella ha subido a esta cumbre todos los meses de este año 2018, y en esta última, se ha encontrado con su primo sin saber que venia a esta zona. Curiosas casualidades que uno se encuentra a veces en la vida.

El Pico Murcia, la única zona en que aún queda algo de nieve.

Peña Labra, El Cornón y el Pico Tres Mares.

Iniciamos el descenso.

Y al resguardo del fuerte y frío viento que sopla , nos paramos a comer un poco.


Descendemos hasta las proximidades de la cabaña donde me voy a quedar y dejo todos mis pertrechos en ella. Como aún es pronto y no estoy muy cansado, decido acompañar un rato a los que se vuelven, y hacer tiempo hasta la hora de preparar la cena.

La tarde está magnífica y es un disfrute las vistas que se van obteniendo por el camino. La Peña de Dobres indica donde se encuentran los pueblos de Dobres y Cucayo.


Estas coloridas rocas dejamos a la derecha del camino.

Tras un rato de descenso, me despido de mis compañeros y vuelvo mis pasos de nuevo hacia la cabaña. Como aún dispongo de mucho tiempo, lo hago deleitándome de las vistas y de la placidez que la tarde me ofrece.


Regreso a la cabaña y tras recoger algo de leña para hacer lumbre, comienzo a prepararme la cena.

La chimenea tira bastante bien y apenas hace humo. Tras degustar la cena, me relajo contemplando el crepitar de las llamas y de vez en cuando, bien abrigado, salgo al exterior para deleitarme con el espectáculo que me ofrece el cielo estrellado, la contemplación del cielo nocturno en los días despejados, es un lujo que nos está prohibido a los que vivimos en las ciudades, así que hay que aprovechar estas ocasiones para sentir la pequeñez del ser humano ante la inmensidad del universo que nos rodea.

Toda la noche ha soplado un fuerte viento que ha hecho que me despertara en varias ocasiones, aún así he dormido bastante bien. El amanecer me brinda otro magnífico espectáculo. Los picos recibiendo los primeros rayos de sol del día. La Morra de Lechugales y la Silla de Caballo

Tesorero, Horcados Rojos y Torre Cerredo por encimqa de estos, y Peña Olvidada y Peña Vieja a la derecha.

El Tesorero, y Cabaña Verónica se ve en el centro de la foto

Tras meterme un suculento desayuno, cojo un sendero que sale a la izquierda de la cabaña y que transcurre por debajo del cordal que forman Peña Quebrada y el Pico Pumar. Mi intención es dirigirme hacia los puertos de Río Frío y sin llegar a ellos, coger alguna canal que vea asequible para hacer cumbre en la Peña Quebrada.

Por el sendero veo varias pisadas de oso que han quedado grabadas en el suelo ahora seco.

A mi izquierda voy dejando atrás los paredones norte de Peña Quebrada, y algo mas adelante veo una canal que parece se dejara superar para ganar la parte alta del cordal.

Al poco de meterme en la canal, veo que la arista que hay a su derecha tiene muy buena pinta y comienzo a ascender por ella. En algunos momentos se pone muy pindia, pero poco a poco la voy superando con deleite, y sin mas novedad, llego a la cumbre de Peña Quebrada, cumbre que por tres metros no llega a los dos mil.

Hoy no tengo prisa ni nadie que me apremie para dejar la cumbre. Me abrigo y busco un sitio donde no sople mucho el viento para sentarme a comer un poco. y a deleitarme de las vistas que desde aquí disfruto. Con el objetivo de la cámara, saco esta foto de Torre Salinas en el macizo central de Picos.

En la parte opuesta, en el Curavacas, descubro a cuatro montañeros que están descendiendo de la cumbre.

Tras disfrutar un buen rato en la cumbre, continuo recorriendo el cordal, primero descendiendo hacia el Collado del Mostajo, y después ascendiendo a la cumbre del Pico Pumar. Por debajo de la cara norte del cordal, tengo la cabaña que me da cobijo.

Así se muestra el Curavacas.

Hacia los Picos, a la derecha Peña Castil, y a la izquierda la Collada Bonita.

Me voy acercando al Pumar.

Tras hacer cumbre en el Pumar y como aún es pronto, me acerco hasta el Pico Lezna. Ayer estuve con mis compañeros, hoy la disfruto en soledad.

Los amplios puertos de Pineda, con el Valdecebollas al fondo. 

El larguísimo valle de Pineda, por donde desciende el río Carrión hacia el pueblo de Vidrieros.

Me hago la foto de cumbre, para que conste.

Hoy por la costa se ve nublado. El Cueto de la Concilla rodeado por la niebla.

La niebla cubre el desfiladero de la Hermida.

Desciendo hasta la cabaña y mientras enciendo la lumbre, de vez en cuando salgo a la calle para contemplar los Picos recibiendo los últimos rayos de sol del día.


Esta noche el viento no ha soplado y he dormido aún mejor que la anterior. Me levanto a las 6 pues hoy tengo que descender hasta Potes andando para coger el autobús que va a Santander y que entre semana sale de Potes a las 4,15. Tras desayunar y meter todo en la mochila, me despido de la morada que me ha dado cobijo estos dos días, e inicio el largo descenso hasta Potes. Al poco de ponerme en marcha, decido subirme a un alto que hay a la izquierda del camino y desde el me deleito contemplando las montañas recibiendo los primeros rayos de sol del día.


Después de disfrutar del amanecer, me lanzo a todo ritmo para llegar primero, al pueblo de Cucayo, y después por el de Bárago.

Desde el camino que desciende a Bárago, tengo esta imagen de la Peña del Castro.

Y esta de la Peña de Dobres. Tras llegar a Bárago, cojo la carretera que baja a Vega de Liébana de la que me separan cuatro km.. Otros 8 hay de este último hasta Potes, a donde llego hacia las tres de la tarde, con tiempo suficiente para tomarme una buena caña de cerveza y un buen bocadillo de tortilla. A las cuatro y cuarto parto en el autobús que me llevará hasta Santander. Los tres días pasados en la montaña ya forman parte de mis recuerdos. Aunque los momentos y las vivencias de estos días permanecerán mucho tiempo en mi memoria.



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