viernes, 22 de febrero de 2019

Refugio de Cabrones Torre de la Párdida

Aunque esta es una historia que sucedió en el mes de Abril del pasado año, ahora ha sido cuando he sacado un poco de tiempo para mostraros las fotos, el vídeo, y contaros un poco la aventura que vivimos Jose y yo ascendiendo hasta el refugio de Cabrones desde Puente Poncebos, y haciendo cumbre en la Torre de la Párdida. Sin lugar a dudas el refugio del Jou de los Cabrones es el mas inaccesible de todos los refugios de Picos y en el que mas desnivel hay que salvar para llegar hasta el. Esta dificultad gana muchos enteros si además esta ascensión se realiza en condiciones invernales, lo cual hace que esta zona en invierno sea muy poco visitada, y en ella se disfrute de una soledad que no se da en la zona de los restantes refugios existentes en los Picos.

Salimos de Puente Poncebos y tras ascender por el camino que llega hasta el Pueblo de Bulnes por la canal del Tejo, continuamos en busca de la canal de Amuesa para superar los 700 mt. que hay que ascender para llegar al collado de Cima, muy cerca de la majada de Amuesa.

Aquí vemos a Jose hacia la mitad de la canal en pleno esfuerzo.

El sendero, ya en la parte superior de la canal, se acerca a los paredones que caen de la zona donde se encuentra la majada de Amuesa.

Tras un descanso con aperitivo en la fuente que hay un poco antes de culminar la canal, continuamos la ascensión dando un giro de noventa grados, para ir en busca de la cuesta del Trave. En la foto vemos, a parte de a Jose, la majada de Amuesa, y a la izquierda el Collado de Cima donde finaliza la canal de Amuesa.

Vamos ascendiendo sin pisar aún nieve, con el Cueto del Trave sobre nuestras cabezas.

Al llegar a la parte final de la cuesta del Trave, comenzamos a pisar nieve, por lo que nos colocamos las raquetas y tras perder un poco de altura, iniciamos la larga y empinada travesía que transcurre por debajo de los Picos del Trave y que nos lleva al paso de la cuerda, un pequeño tramo muy empinado que hay que superar para salvar una pequeña arista que cae de los Traves hacia el fondo del Jou Lluengo. Este tramo, que en verano no presenta mucha dificultad, con nieve exige mucho más esfuerzo y concentración, sobre todo si esta se encuentra bastante blanda como nos ocurre en este día. En esta foto se aprecia bien la inclinación de la travesía, y sobre Jose, el tramo del paso de la cuerda.

Tras superar este delicado paso, continuamos la travesía para llegar hasta el refugio, teniendo que pelear mucho con algunos tramos con bastante pendiente y con la nieve muy blanda y muy hueca por debajo, con el riesgo de acabar tragados por algún agujero traidor. Pero todo esfuerzo tiene su recompensa, y ya cerca de las cinco de la tarde, con mucha alegría y regocijo, damos vista al refugio, que aunque entero rodeado de nieve, lo vemos dispuesto a acogernos en los próximos días.

Pero cual fue nuestra sorpresa cuando nos acercamos a su puerta y comprobamos que esta se encontraba abierta unos centímetros y con un buen montón de nieve helada en su interior que hacia imposible poder abrirla. Tras unos vanos intentos por abrir la puerta, con gran nerviosismo comenzamos a buscar alternativas para acceder al interior del refugio, siendo nuestro principal objetivo las tres ventanas que tiene el refugio. Tras un rato de muchas dudas y bastante nerviosismo, sobre todo por mi parte, ya que la única alternativa que nos quedaba era la de hacer una cueva en la nieve (Jose subió una pala por si acaso) e intentar pasar la noche lo mas abrigados posible, ya que como el refugio dispone de nórdicos, no habíamos cargado con sacos. Una sábana saco y una funda vivac era lo único que teníamos para pasar la noche. 

Como decía,  tras un rato de muchas dudas, nos fijamos en la ventana que está junto a la puerta y que vemos en la foto, que en lugar de cristal, estaba cerrada por unas tablas de madera. Con el piolet comenzamos a romper dichas tablas y enseguida conseguimos dejar libre el acceso. Pero nos aguardaba otra sorpresa. Al quitar las tablas, vimos con gran susto, que tras ellas, una barra de hierro situada en el medio de la ventana, impedía que por el hueco que dejaba a ambos lados pudiésemos acceder al interior. El primer instinto fue liarnos a golpes con ella, aunque en un principio pensamos que por su grosor, iba a ser imposible arrancarla. Pero con gran regocijo por nuestra parte vimos como tras darla unos golpes, la barra se soltaba, ya que solo estaba un poco encajada en la pared. Con gran alivio por nuestra parte, nos arrastramos por la ventana para acceder al interior del refugio, y comenzamos con gran frenesí, el arduo trabajo de despejar por dentro la nieve que impedía abrir la puerta del refugio. Tras lo cual pusimos en marcha el infiernillo para prepararnos una suculenta cena, que bien nos la hemos ganado en el día de hoy. 

Una vez saciado nuestra hambre, como la tarde está muy bonita, toca subir hasta la Collada del Agua, situada unos cien metros por encima del refugio, para contemplar una preciosa puesta de sol.

Las vistas y el ambiente de calma que nos rodea, hace que disfrutemos de unos momentos de paz y sosiego, estas sensaciones son las que uno anda buscando cuando después del esfuerzo de la ascensión, la naturaleza se nos muestra con toda su majestuosidad y belleza.
Tras volver al refugio, nos acomodamos para pasar la noche con todo el refugio a nuestra disposición. Al día siguiente con el buen tiempo garantizado, madrugamos para acercarnos hasta el pie de la Torre de la Párdida, y hacer cumbre en esta fácil y bonita montaña.
 
Como se aprecia en las fotos, mañana magnífica con mucha nieve por toda la zona. A esta primera hora se encuentra en muy buenas condiciones de dureza.


Comenzamos la ascensión hacia la cumbre y enseguida llegamos a la parte final, donde nos encontramos con la nieve bastante blanda ya que hace rato que está calentada por el sol.

Con el Urriello al fondo.

La última pala antes de llegar a la cumbre nos ofrece una nieve muy blanda e inestable, que nos hace sudar la gota gorda.

Pero todo esfuerzo tiene su recompensa, y al pisar la cima se nos muestra toda la belleza que esta cumbre y el día que hace hoy nos ofrecen.
A la izquierda vemos la cumbre de Paña Vieja, los Picos de Santa Ana, en el centro, la Torre  de los Horcados Rojos, y a la derecha, el Tesorero.

Tras disfrutar un rato de la cima, iniciamos el descenso, y como aún es pronto y la nieve por la zona baja se encuentra en buenas condiciones, con las raquetas puestas nos acercamos a la zona del Jou de Cerredo y del Jou Negro.

Jose bajo las paredes norte del Torre Cerredo.

Yo bajo la del Pico de los Cabrones.

Nos sorprende ver que en la cumbre que acabamos de pisar, hay dos montañeros. Mas tarde nos juntaríamos con ellos en el refugio.

Vemos en la lejanía el refugio.


De vuelta al refugio y tras pasar una tarde de relax, nos subimos de nuevo a la collada del Agua para ver la puesta de sol, acompañados por los dos que vimos en la cumbre de la Párdida y que resultaron ser dos esquiadores.

Como una imagen vale mas que mil palabras..., pues os pongo la imagen. El sol poniéndose sobre el macizo occidental. 

Un lujo dormir en una buena colchoneta y con un buen nórdico.

Al día siguiente toca dejar este idílico lugar e iniciar el largo descenso hasta Puente Poncebos. Aunque tenemos todo el día por delante, madrugamos para coger la nieve un poco mas dura que en la subida.

Y así es...pero no por todos los sitios, hay tramos donde hay que tener mucha precaución de no meterse hasta la cintura.

Como le paso a Jose en esta tramo. Se colo hasta la cintura y le costó bastante salir.

Vamos dejando atrás la zona de Cabrones. 

Tras dejar atrás el tramo de la cuerda, realizamos la larga travesía por debajo de los Traves, ahora con la ventaja de tener la huella hecha.  

Iniciamos el descenso de la canal de Amuesa.

Llegamos a Bulnes y realizamos una obligada parada en el bar para degustar unas potentes jarras de cerveza, que después de dos días de actividad, saben a gloria. De Bulnes hasta Poncebos, no corremos ¡volamos!


Sin mas novedad llegamos a Puente Poncebos donde cogemos el coche para iniciar el regreso para Santander. Pero antes una parada en uno de los restaurantes que hay en Niserias para recuperarnos de lo gastado en estos días de dura actividad. Este es otro de los grandes placeres que nos proporciona la montaña, y yo creo que es la mejor manera de poner colofón a estos tres magníficos días.



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